

Por aquel entonces la carrera de Brando iba a la deriva. El actor se dedicaba a vivir la vida aceptando papeles que le diesen mucho dinero y que le supusiesen poco esfuerzo. Ya ningún productor le quería porque se había convertido en un egomaníaco nada rentable. “La jauría humana” sería su primera película destacable en mucho tiempo. En aquellos momentos Redford era sólo un principiante con un par de películas no demasiado brillantes, pero sabía muy bien lo que quería, y rechazó el papel de sheriff porque no veía que encajase en él, aunque se interesó mucho en un rol secundario en el que creía podía resultar mejor. De este modo es como dejó el protagonismo en manos de Brando. Sorprendente actitud contraria a todo divismo. Otra joven que también iba a dar mucho que hablar obtuvo el papel protagonista femenino: Jane Fonda. Por aquel entonces era conocida como la díscola hija de Henry Fonda. “La jauría humana” era una película atrevida y la actriz se encontraba como pez en el agua. Éste sería su primer encuentro con Robert Redford, con el que tan sólo un año después compartiría cartel en “Descalzos por el parque”, ya como protagonistas absolutos. Angie Dickinson era por aquel entonces una bella actriz de piernas esculturales que no acababa de despegar. En “La jauría humana” nos da una de sus mejores interpretaciones, si no la mejor. El resto del variado y excelente reparto nos trae a la veterana y espléndida Miriam Hopkins en el papel de madre de Jane Fonda. “La jauría humana” sería su último papel destacable. Menos veterana y mucho menos carismática es Martha Hyer, a la que también vemos en uno de sus últimos papeles destacados.
Pese a haber sido un fracaso en su época, “La jauría humana” ha ido ganando con el paso del tiempo y actualmente es considerada como uno de los títulos más destacados de los sesenta. La novedosa manera de filmar de Arthur Penn hizo que la película se adelantara a su tiempo y fuese un tanto incomprendida. Hoy en día ocupa el puesto que siempre mereció.
[Guillermo Balmori. Columbia ‘60s]
Me visitó Tony Curtis. Quería actuar en “Spartacus”. Pensaba que sería una gran película y además así se liberaría de un compromiso que tenía con Universal. No creí que hubiese ningún papel para él ni que Tony fuese apto para ese tipo de película. Después de “The Vikings”, había intervenido en “The Defiant Ones”, interpretando a un fugitivo de una cadena de presidiarios, esposado a Sidney Poitier. Luego dos comedietas: “Operation Petticoat” (“Operación Pacífico”) y “Some Like It Hot” (“Con faldas y a lo loco”), disfrazado de mujer. Pero Tony insistió. Creamos un papel para él, el de un joven poético llamado Antoninus, que llega a ser como un hijo para Espartaco. Finalmente los romanos nos obligan a luchar a muerte. El sobreviviente será crucificado. Ninguno de los dos quiere que el otro sufra esa agonía, de modo que tratamos de matarnos mutuamente. Yo mato a Tony. Lo consideramos justicia salomónica: él me había matado en “The Vikings”.
[Kirk Douglas. El hijo del trapero. Autobiografía]
Arthur Penn, cineasta-artista, renovador del lenguaje fílmico en los sesenta, cronista de la brutalidad y la violencia que anidan en la sociedad a los dos lados de la ley, y Tony Curtis, actor de los de antes, versátil, irradiador de optimismo y ganas de vivir, profundamente serio en su intransferible falta de seriedad, han iniciado esta semana que hoy termina el eterno retorno, el del Hollywood que se fue para acabar volviendo siempre hasta nosotros.
Escena final de “Bonnie and Clyde” (Arthur Penn. 1967): sobrecogedora belleza estética- glorioso uso del color- en la descarnada violencia cinematográfica.
Escena de “El estrangulador de Boston” (Richard Fleischer. 1968): el lado oscuro de los felices sesenta estadounidenses: el funeral de John F. Kennedy, el asesino múltiple en familia, el instinto destructor latente en el hombre de la calle.
R.I.P. Tony Curtis y A. Penn. Yo siempre asociaré a Tony Curtis con una deliciosa comedia del gran Blake Edwards, La Carrera del Siglo, con una maravillosa banda sonora de Mancini y un no menos maravilloso Jack Lemmon en el papel del Profesor Fate, secundado por Peter Falk como su ayudante. Es de esas grandes comedias que ya no se hacen.
ResponderEliminarSin embargo, creo que su mejor papel es el del asesino de "El Estrangulador de Boston". No es una película que me guste mucho, excepto los antológicos últimos quince minutos, que me parecen un tour-de-force interpretativo de los que hay pocos... recuerdo que me quedé petrificado por la magnética interpretación de Curtis en esa escena, sin (que yo recuerde), mediar palabra alguna. Impresionante. ¡Qué grande!
De Penn he visto Bonny & Clyde... La Jauría Humana la tengo pendiente. ;-)
Gracias por la información y tu estupendo blog!
Luis