




Capítulo 5. Kitty, Daisy & Lewis: Goin' Up The Country / Imelda May: Johnny Got A Boom Boom
Este verano tengo la inevitable sensación de que hay un concepto que parece tozudamente empeñado en describir interminables círculos concéntricos a mi alrededor: el “vintage”. Creo que si seguimos por este camino, tiene visos de acabar convirtiéndose en una de las grandes categorías “estético-culturales” de este nuevo milenio por el que aún damos, no sin ciertas dosis de inseguridad, nuestros primeros pasos. Escucho la radio, veo la televisión, navego por internet, leo los periódicos, recorro alguna tienda y, por acá o por allá, aparece siempre la ubicua palabrita: “vintage”. A través de la ventana del autobús alcanzo a ver una valla publicitaria con un enorme anuncio de ginebra Beefeater en el que domina una iconografía pop de motivos londinenses; en la esquina inferior izquierda, una modelo con estética a medio camino entre rockera tatuada y pin-up de los 50 me devuelve una sugerente mirada mientras sostiene entre sus manos un transistor radiofónico de época. Ya de vuelta en casa, enciendo precisamente la radio y los contertulios de un programa de sobremesa aplican todas sus virtudes opinadoras a la celebración en Madrid de la Pasarela Cibeles (por lo visto, la moda es otro de nuestros grandes “referentes culturales” en la actualidad); una contertulia avezada en los misterios insondables del mundo de la moda nos da cuenta de que en los diseños exhibidos en la Pasarela se está haciendo patente un dominio de las tendencias vintage, lo que puedo constatar gracias a un periódico gratuito que me he traído del autobús y cuya lectura simultaneo con la audición de la tertulia para sobrellevar el sopor que ésta empieza a provocarme en la calurosa tarde estival: una noticia de la susodicha Pasarela viene ilustrada con una foto a lo chica de calendario estadounidense de los 50 de la top model española Arantxa Santamaría. Unos días más tarde, me doy una vuelta por el Media Markt a la caza de alguna oferta interesante en DVDs. Nada más y nada menos que en una cabecera de novedades me topo con un flamante DVD con una actuación por todo lo alto en el Crazy Horse parisino de Dita Von Teese. Sin duda, al éxito de este singular personaje – un potente compuesto de modelo fetichista, glamurosa stripper y magnificente artista del “burlesque” – ha contribuido, además de su innegable magnetismo físico, su estudiada pose mercadotécnica de starlette del Hollywood clásico combinada con una estética abiertamente vintage a lo Bettie Page, la icónica pin-up de la década de los 50 americana. Al día siguiente, en un programa radiofónico escucho una entrevista a la cantante Vinila Von Bismark (ingenioso el juego de palabras con el nombre, cargado de efluvios imperiales alemanes, de un personaje capital de la mejor época del kitsch marbellí de los 80), que se ha unido al trío rockabilly madrileño The Lucky Dados para grabar el disco “The Secret Carnival” (se me viene rápido a la memoria en este momento un film de terror de serie B de culto “Carnival Of Souls” (“El carnaval de las almas”. Herk Harvey. 1962)). Con un notable desparpajo, Vinila nos regala, a modo de auténtica declaración de principios artística, un curioso totum revolutum donde se entremezclan el vintage, el burlesque, el striptease e, incluso, las acrobacias circenses. Me ha quedado claro: la sombra del vintage es alargada. Tras visionar algunos videos de Vinila Von Bismark & The Lucky Dados (me gusta especialmente el de la canción “Where’s My Sugar?”) reconozco en ellos dos rasgos fundamentales de su muy peculiar proyecto artístico: por un lado, un centro de gravitación musical en el rockabilly desde donde se desplazan con naturalidad a géneros musicales diversos, como el swing, el calipso o la música de cabaret; por otro, una decidida apuesta por una estilizada estética vintage, cuidada al milímetro. Son precisamente éstas dos características que también he encontrado en dos propuestas de corte similar a la de Vinila Von Bismark & The Lucky Dados – una inglesa y otra irlandesa – que apuntan inequívocamente a otro resurgir de entre sus cenizas del ave fénix del rockabilly. Me estoy refiriendo respectivamente al trío de hermanos londinenses Kitty, Daisy & Lewis y a la dublinesa Imelda May. En el videoclip de “Goin’ Up the Country”, excelente versión a cargo de Kitty, Daisy & Lewis del clásico de Canned Heat, todo es calculadamente vintage: mientras oímos a los tres hermanos cantar a una Arcadia campestre donde incluso pueden llegar a obrarse milagros con reminiscencias del episodio bíblico de las Bodas de Caná (“Me voy al campo / me voy a donde el agua sabe a vino”), vemos primero a los cantantes en un precioso blanco y negro, en el que Lewis, con su guitarra acústica y su indumentaria, parece encarnar al Elvis desharrapado de 1955; posteriormente, se hace en el video un color añejo, de celuloide, incluso con sus manchas y defectos, para mostrarnos al trío en unos campos idílicos que producen en mi imaginación un auténtico cortocircuito de referencias cinematográficas y literarias estadounidenses: el inquietante y amenazador campo abierto de “La noche de los muertos vivientes” (“Night Of The Living Dead”. George A. Romero. 1968), las fértiles praderas del inmenso rancho ganadero tejano del personaje interpretado por Rock Hudson en “Gigante” (“Giant”. George Stevens. 1956), y la entrañable casa construida en el árbol a la que se encaraman para vivir Dolly Talbo, su asistenta Catherine y su sobrino Collin en la deliciosa novela de Truman Capote “El arpa de Hierba” (“The Grass Harp”. 1951) y Kitty hace lo propio para cantar en el video. Por su parte, el video de Imelda May “Johnny Got A Boom Boom” (con un calculado guiño en el título al sonido ancestral del famoso blues de John Lee Hooker) nos adentra de nuevo en territorios ya explorados: rockabilly básico, primordial, aderezado con gotas de swing, soul y jazz en la voz de una cantante de belleza céltica, irlandesa que, no obstante, quintaesencia el vintage en su poderosa y cautivadora imagen: santísima trinidad de la pin-up cincuentera Bettie Page (a la que antes nos referimos), la explosiva rockera pionera Wanda Jackson y la bellísima estrella del Hollywood clásico Gene Tierney. El rockabilly de Imelda May suena maravilloso, en toda su atemporalidad y universalidad, con el telón de fondo de las calles de Dublín, que tan entrañables recuerdos avivan en mi memoria. El término inglés “vintage” aúna dos componentes esenciales de significado: la antigüedad y la calidad, lo bueno por su maduración en el tiempo, como un vino de reserva. Creo que, como demuestran los músicos de los que aquí me he venido ocupando, es ésta una receta inmejorable para sonar tremendamente actuales.
Kitty, Daisy & Lewis: Goin' Up The Country
Imelda May: Johnny Got A Boom Boom
Vinila Von Bismark & The Lucky Dados: Where's My Sugar?
Wanda Jackson: Slippin' And Slidin'
Photo Book de Dita Von Teese con el fondo de una remezcla del clásico "Diamonds Are A Girl's Best Friend"
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