

Capítulo 3. Miguel Ríos: Memorias de la carretera
Comienza un videoclip en televisión que consigue atraer mi atención. Una galería de intérpretes del panorama musical hispano (Pereza, McClan, Juanes, Rosendo, Amaral) hacen piña en torno a Miguel Ríos, con el que interpretan un rock and roll bastante ortodoxo, entonando al unísono el melódico estribillo “bye bye, Ríos, goodbye”. Además del evidente sabor a despedida, capto también en el ambiente los efluvios de un sentido homenaje colectivo. Unos días después, en un programa radiofónico veraniego (de esos en los que a falta de otro tipo de contenidos, los culturales parecen convertirse en tabla de salvación), escucho una entrevista con el propio Miguel Ríos. Explica que, tras 50 años de carrera, se retira de la música (“Mike se quiere jubilar” se oía en la canción-homenaje), que siente que ya no tiene las enormes dosis de fuerza que el rock requiere. Se despedirá de su público con una minigira de tres conciertos; para uno de ellos “volverá a Granada” una vez más. Creo que Miguel Ríos debe considerarse un privilegiado: que un rockero pueda tener un retiro feliz, cuidadosamente planificado, a los 66 años no ha sido precisamente la norma entre los músicos de su generación, donde se hizo bastante habitual la jubilación anticipadísima por muerte prematura (léase el interesante libro sobre el tema “Cadáveres bien parecidos” de Jordi Sierra i Fabra y Jordi Bianciotto). Estoy contigo, Miguel, “dejarlo a tiempo es una gran victoria”, como dice la letra de “Bye Bye, Ríos”, sobre todo cuando parece que afortunadamente se ha cumplido aquello que cantabas por 1979, que “los viejos rockeros nunca mueren”. Me acuerdo entonces que, entre mis CDs, me he traído uno de Miguel de 2008, “Solo o en compañía de otros”, jerga criminalista para un disco que podíamos tildar de rarezas: versiones, colaboraciones, etc. El disco se abre con un tema por el que siento debilidad y que cobra en este momento plena actualidad: “Memorias de la carretera”. Es un rock magnífico con letra del propio Miguel y música de Carlos Raya, gran guitarrista y productor musical (de Fito y Fitipaldis en esta última época). La canción combina un rock ampuloso, plateresco, diríase que cuasi-sinfónico con otro más directo, espontáneo, clásico, en un maridaje que creo define en gran parte el estilo de Miguel Ríos y que encontró su máxima expresión en los gloriosos tiempos del “Rock and Ríos”. Es una preciosa canción del recuerdo y de la carretera, donde un Miguel Ríos que parecía iniciar la despedida mira con lucidez hacia atrás: “Llegar a la meta o morder la cuneta. Estrellas fugaces. Flores de desguace. Todo por la gloria que da el escenario. Todo por la patria de vivir sin horario. Tener por bandera una banda rockera y un buen botiquín para la ronquera. Brindar por los sueños de mi alma viajera, y cantar mis memorias de la carretera”. Miguel, que ha vivido la mayor parte de su existencia “en la carretera, aparcado en un blues” y que conoció en primera persona las “carreteras secundarias” del tardofranquismo, bellamente evocadas en la entrañable road movie de Emilio Martínez-Lázaro, nos regala un verdadero himno al estado natural del rockero: el kerouaciano “on the road”. Está claro que para el rockero de verdad se cumple al milímetro la máxima taoísta de que la meta es el camino.
Miguel Ríos: Memorias de la carretera
Miguel Ríos: Bye, Bye, Ríos
Miguel Ríos hace una versión en español de "Route 66" en su programa para TVE "¡Qué noche la de aquel año!"
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